Nuestros versos y reversos

Nuestros versos y reversos

martes, 20 de abril de 2010

Libertad. (Alejandra)


Aquel aire imperceptible para sus ojos pero con el olor tan característico del mar llenaba sus pulmones hasta ocupar cualquier rincón de ellos haciendo que su pecho se elevase tranquilamente.
Se encontraba tumbada en la cubierta de su pequeño velero. La brisa marina impregnaba la superficie de su piel resfrescándole cada poro de su tez.
No le importaba. Es más, le encantaba. Aquel simple gesto que la naturaleza ejercía sobre ella le incitaba a disfrutar de cada bocanada de aire que esta le ofrecía.
Estaba sola, sí, pero no era ese el sentimiento que abundaba en su rostro en aquel momento. Estar en un lugar perdido de aquel mar la salvaba de su monótona y aburrida vida. Se sentía libre. Sonreía.
Aquel sentimiento nuevo para ella se abría paso entre sus reiteradas emociones para no abandonarla nunca y llenar su vida de esperanza.

domingo, 18 de abril de 2010

No perdamos la sonrisa (Jorge)


Se paró a meditar:
-¿Tanto cuesta una sonrisa?- se dijo.
Y le pareció que, a medida que pasa el tiempo, la capacidad de sonreír va adquiriendo cierto criterio y sus incentivos de brillar pierden significado poco a poco.
La persona en cuestión se vuelve más... ¿seria? Siempre le habían enseñado que las personas serias y educadas son aquellas que han madurado...
Se dió cuenta, de que en ese mismo momento, lo peor que le podía pasar era eso: madurar.
Prometió que haría todo lo posible por tener una, dibujada en su rostro.

domingo, 4 de abril de 2010

Días oscuros. (Invitada especial)



Lloro sin motivos.
Me río sin ganas.
Con una sonrisa falsa dibujándose en mi cara.
Siento frustración en cada momento.
Quiero lanzarme al vacío para ponerle fin a todo esto.


jueves, 1 de abril de 2010

Oscuridad (Alejandra)


-¡CORRE!- Se repetía a sí misma entre sollozos. -¡¡CORRE!! Tenía más claro que nunca que ese era su único objetivo en ese preciso instante, debía, mejor dicho, tenía que correr a pesar de todo el miedo que tenía en su delicado cuerpo. Nunca había estado tan asustada. Los miedos que tenía cuando era pequeña en comparación con el que se estaba apoderando de ella en aquel momento eran insignificantes.

Mientras conseguía, no sin esfuerzo, seguir corriendo y evitar que su torpeza le jugase una mala pasada, le venían imágenes del inesperado encuentro con aquel chico.


....

- Es hora de que me encargue de ti.- Le había dicho casi deseoso mirándola fijamente a través de unas gafas de sol. Alisson, asustada y casi sin comprender lo que aquel desconocido le decía sabía lo que tenía que hacer, salir de allí como pudiese.

Su instinto actuó por si misma. Le propinó un empujón a su enemigo y se escabulló como pudo.

Salió al exterior. Su pelo, liso y sedoso, se convirtió en una maraña al estar en contacto con las gigantescas ráfagas de aire que se deslizaban libremente fuera.

No se dio cuenta de hacia dónde le llevaban sus pies hasta que se adentró en un bosque. De día, sin duda aquel lugar era el sitio de todo el planeta con más vida, pero de noche no, o por lo menos esa noche no.

Alisson, angustiada, se percató de que tenía que huir del chico que había irrumpido en su habitación.

Se sentía intimidada, no podía hacer nada para huir del trágico final que le esperaba antes de que el Sol se impusiese en todo su esplendor.

De sus ojos empezaron a emanar lágrimas, su respiración se empezó a agitar. No distinguía ya nada de lo que se encontraba a su alrededor por lo que, cansada de correr, se desplomó. En el suelo, aún llorando, sospesó la posibilidad de que quizá su perseguidor hubiese perdido su rastro, pero toda esperanza que tenía se desvaneció.

De entre las sombras surgió el chico de las gafas de sol, no tan calmo como antes.

-Eres más escurridiza de lo que pensaba.- Le dijo entreabriendo su boca para enseñar con ese simple gesto sus dientes, blancos como la nieve. Alisson pensó en entregarse y acabar con todo, pero, en su interior sintió cómo su cuerpo se erguía y volvía a ponerse en marcha para evitar que su vida acabase a manos del muchacho. Las ramas de los árboles le impedían ir demasiado rápido ya que le lastimaban la piel con cada roce que hacían sobre su cuerpo. Pronto se dio cuenta de que si seguía corriendo así no iba a llegar a ningún sitio.

Corrió como nunca lo había hecho, sus ojos se empezaron a volver a humedecerse. No sabía el porqué y bien poco le importaba. Sólo sabía que un líquido caliente se iba deslizando por sus pálidos brazos. Bajó la vista y no pudo evitar que de su boca saliese un grito.

Ahora lloraba con mayor desesperación, no porque se hubiese hecho daño con las ramas sino porque sus fuerzas empezaban a abandonar su cuerpo. No aguantaría demasiado.

-¡CORRE!- Se repetía a sí misma entre sollozos. -¡¡CORRE!! Tenía más claro que nunca que ese era su único objetivo en ese preciso instante, debía, mejor dicho, tenía que correr a pesar de todo el miedo que tenía en su delicado cuerpo. Nunca había estado tan asustada. Los miedos que tenía cuando era pequeña en comparación con el que se estaba apoderando de ella en aquel momento eran insignificantes.

Mientras conseguía, no sin esfuerzo, seguir corriendo y evitar que su torpeza le jugase una mala pasada, le venían imágenes del inesperado encuentro con aquel chico.

Estuvo corriendo durante minutos, o quizá como mucho durante una hora. Sin apenas tiempo para volver a centrarse en su único objetivo chocó contra él. El hombro del chico había impactado de lleno en el estómago de Alisson por lo que la dejó casi sin respiración. Tumbada sobre las hojas del suelo que habían abandonado sus respectivos árboles de origen, se echó hacia atrás para contemplar a su futuro pero no lejano asesino. Las únicas palabras que salieron de su boca, casi inaudibles fueron: “Por favor, que sea rápido y sin dolor.”

El chico, sin tener en cuenta lo que Alisson le decía, se agachó, la cogió del cuello y la levantó. Alisson sentía como la vida abandonaba toda célula de su cuerpo. No podía dejar de llorar. Bajo la luz de la luna sus lágrimas tomaban un tono cristalino enternecedor, pero las lágrimas de Alisson no lograron cautivar al chico.

Todo pasó muy rápido. O eso creía ella.

Sólo sabía que se encontraba en un sitio donde no había tan siquiera una pizca de luz. Era todo oscuridad.

Alisson abrió los ojos. Repentinamente todo se vio iluminado por una luz cegadora. La luz entraba por su ventana, los pájaros piaban y el viento movía lentamente los árboles. Todo había sido un sueño, un mal sueño.